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El teatro ahora mismo es un arte minoritario. No es que lo diga yo, es la realidad a la que se le ha condenado con la aparición del cine y de las series. Es más, en esta era donde cualquiera puede tener un home cinema y ver películas o series con gran calidad de imagen y sonido a través de Internet, no le quedaba más sitio que uno marginal.

Este género literario ha sido uno de los más importantes durante el comienzo del siglo XX. Sin ir más lejos, el teatro lleva siendo el opio del pueblo desde su aparición hasta la llegada del fútbol. Bien es sabido que en Grecia y Roma había teatros al aire libre, más tarde fueron sustituidos con edificios que tenían un patio y al final por recinto cerrados donde la climatología adversa no pudiera interrumpir la puesta en escena.

Uno de los pilares modernos del estudio de la lengua es el texto periodístico. Las nuevas tecnologías y metodologías han traído nuevos campos de estudio a la lengua, hecho que se puede plasmar en contenidos como la publicidad o los medios de comunicación de masas. Estos medios son interesantes ya que, como bien sabemos, son uno de los agentes reguladores que hay en el sistema democrático para establecer justicia o limitar el poder gubernamental mediante la información.

Miguel de Unamuno fue, sin duda alguna, uno de los más grandes filólogos de la lengua castellana, además de integrante de la Generación del 98. Esta corriente literaria suele marcar el inicio del fin, de la segregación de la literatura y de la paulatina desaparición de dos de sus grandes ramas: la poesía y el teatro. Evidentemente, ambas darían unos últimos coletazos de vida durante gran parte del siglo XX, pero llegarían a la orilla del XXI exhaustas de una carrera en la que el cine y la música han salido mejor paradas.

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