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A propósito del texto periodístico

Uno de los pilares modernos del estudio de la lengua es el texto periodístico. Las nuevas tecnologías y metodologías han traído nuevos campos de estudio a la lengua, hecho que se puede plasmar en contenidos como la publicidad o los medios de comunicación de masas. Estos medios son interesantes ya que, como bien sabemos, son uno de los agentes reguladores que hay en el sistema democrático para establecer justicia o limitar el poder gubernamental mediante la información.

En los tiempos de Roma ya había prensa, aunque esta no se empezó a hacer popular ni adquirió una gran relevancia hasta la Ilustración y, posteriormente, el nacimiento de la prensa moderna con la Revolución Francesa. Este hecho marca la fuerte tendencia al subjetivismo y el principio de la caída del rigor y el criterio periodístico. Los hechos fueron simples: una época de convulsión social y político que trajo numerosos frentes de lucha popular a los cuáles había que guiar ya que, como bien es sabido, no había escolarización generalizada y el analfabetismo imperaba en casi todos los sectores de la población. Esta prensa es la que dio a luz la propaganda, de la que hablaré otro día en virtud y defecto del texto publicitario y/o propagandístico.

La prensa, con el establecimiento de la democracia, se situó en una posición privilegiada entre los poderes que deben administrar el Estado: ejecutivo, legislativo y judicial. Este poder debía ser independiente de los demás en aras de ofrecer información contrastada  a la población en busca del cumplimiento de uno de sus derechos: el derecho a la información. Este derecho dicta que la población tiene que ser informada de lo que ocurre con transparencia y buena voluntad. Pueden preguntarle a Jean-Paul Marat si había transparencia o se buscaba un fin ajeno a informar.

Bien, la importancia de estos hechos no radica en lo que se ha convertido hoy la prensa ya que, muy a nuestro pesar, se puede observar la tendencia subjetivista que ha alcanzado. La información sesgada y la tremenda aparición de noticias falsas junto con investigaciones que partes de fuentes cuestionables como pueden ser las redes sociales están a la orden del día.

Si analizáramos con los estudiantes dos noticias que enuncien el mismo hecho en dos periódicos diferentes, veríamos el partidismo y el subjetivismo dependiendo de las ideologías que estos hayan adoptado. Es interesante poder observar estos hechos ya que, como bien se sabe, la prensa debería ser objetiva. Esta información sesgada y a medias, tintada de subjetividad es la que nos hace diferenciar una noticia de un artículo de opinión de una crónica o un reportaje, ¿verdad?

Bien, puede que ya el límite se haya copado y diluido tanto que sean pequeños matices los que nos sirvan para diferenciar. En este caso, comparando a Marat con los periodistas actuales, parece que hacemos propagando y no periodismo. La lengua se encarga del estudio de este tipo de composiciones y de cómo se realizan, pero pocos las regulan. Así, podemos ver a día de hoy cómo es más importante crear un debate que informar, es más importante tener seguidores en Twitter que investigar y, muy a nuestro pesar, es más importante tener contento al que manda para que no te eche de tu trabajo que hacer tu trabajo como Dios manda.

Por lo tanto, se puede deducir que en esta sociedad, al igual que en la Revolución Francesa, hay mucho analfabetismo y la prensa campa a sus anchas. Y digo analfabetismo refiriéndome a que estamos en la época dorada de la información y por pereza, distracciones, tendencias y una lista casi inabarcable no nos informamos. Es más, nos desinforman día a día. ¿Quién compra los tres periódicos de tirada nacional más conocidos y compara su contenido? ¿Quién pasa largas horas frente a los libros, contrastando la información hasta de la ideología contraria, para descubrir lo que de verdad pasa o pasó? Se podría incluso decir que nadie ya que es un porcentaje de la población sumamente insignificante.

De hecho, aquellos que buscan, cotejan y se dedican a adquirir conocimiento en pos de conocer la verdad y no sus variantes suelen ser invisibles. La era actual no es la era de la información ya que la información solo lo es si es verdadera. Esta era podría denominarse la era de la desinformación o de la tiranía de los medios de comunicación. Justo lo contrario a lo que debe ser, como se observa al principio del artículo: el mediador entre el poder y el pueblo.

De todas formas, hay periodistas que siguen el ejemplo de aquellos que empezaron e investigan. Por no decir que hay no periodistas que contribuyen como si lo fueran tanto a la verdad como a la “posverdad” o, como me gusta llamarlo, la rectificación sin disculpa ante un error clamoroso. No todo es negro, ni siquiera es gris oscuro, sino que el objetivo mediático es siempre más vistoso que la verdad. De aquí se deducen esas frases populares que tanto nos repiten en los debates como si hubieran bebido de la fuente de la sabiduría. Frases como, “la verdad es la verdad”, “vamos a desmentirlo”, “dime que es mentira”, “no lo digo yo, lo dicen las fuentes” y un largo etcétera.

De mediar entre el poder y la población a usarse para el control y la captación de fieles, como si del dogma religioso se tratara; de investigar en libros y realizar miles de entrevistas a bucear en las redes sociales para crear polémica, sin pedir perdón por publicar algo erróneo; de ser el escudo de la sociedad frente al abuso de poder a ser el arma del poder frente a la crítica social.

Y, se me olvidaba, de pasar del rigor que da la objetividad lingüística, las fuentes y los hechos contrastados han pasado a la poca veracidad del subjetivismo, las fuentes incoherentes, rehuir al debate y buscar la provocación. Así es la prensa de hoy en día en una gran mayoría. No todo a la vez, pero si un poquito de cada una.

Por eso, a día de hoy, se me hace complicado enseñar a mis estudiantes que en la prensa hay objetividad ya que, aunque lingüísticamente utilicen marcas de subjetividad, la lengua no solo son las marcas sino también las inferencias y presuposiciones junto con la contextualización. El arte de comunicarse es más complejo que una primera persona de opinión, un verbo dicendi o el uso de adjetivos valorativos. Como dije con anterioridad, el contraste entre noticias sobre el mismo hecho en diferentes medios nos dará esa subjetividad y ese partidismo. Como decía A. J. Liebling: “la gente normalmente confunde lo que lee en el periódico con las noticias”.

PD: una pena que la prensa antes divulgara literatura como los fascículos de obras del Realismo, véase La Regenta. Siempre hay formas más nobles de ejercer una profesión o de actuar, lástima que ahora solo importe el beneficio personal o económico de una minoría.

PD2: desde pequeño sigo a Íker Jiménez, un periodista al que han puesto de vuelta y media ante la crisis que hoy nos azota solo por opinar en contra de la norma que dictaban otros medios. Todavía no se han disculpado con él por alarmarse con el Covid-19. De ahí este artículo ya que me parece que no podemos encender la televisión, la radio o leer el periódico sin que nos quieran posicionar.



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